“Entonces entró también
el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó”
Lectura del Santo
Evangelio según san Juan 20, 1-9:
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El primer día después del sábado, estando todavía
oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo
cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro
discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se
han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
"entró y vió y creyó"
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más
aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos
puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía
siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y
el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los
lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el
otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque
hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús
debía resucitar de entre los muertos. Palabra
del Señor.
Comentario al
Evangelio por el Diácono José Ernesto Ríos Treviño:
Pasión de Nuestro
Señor Jesucristo Según San Lucas
22, 14-23, 56:
“He deseado celebrar
esta Pascua con ustedes, antes de padecer”
+
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus
discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado
celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que
ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de
Dios”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de
gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo
entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid
hasta que venga el Reino de Dios”.
Hagan esto en memoria
mía
Tomando después un pan, pronunció la acción de
gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto
es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con
mi sangre, que se derrama por ustedes”.
¡Ay de aquel por quien
el Hijo del hombre será entregado!
“Pero
miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo
del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien
será entregado!”
Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo
iba a traicionar.
Yo estoy en medio de
ustedes como el que sirve
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre
cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: “Los reyes de los paganos los dominan, y los
que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan
eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el
menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más,
el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa?
Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a
mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un
trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”.
Tú, una vez convertido,
confirma a tus hermanos
Luego añadió: “Simón,
Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo
he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido,
confirma a tus hermanos”. Él le contestó: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la
muerte”. Jesús le replicó: “Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el
gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.
Conviene que se cumpla
en mí lo que está escrito
Después les dijo a todos ellos: “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les
faltó algo?” Ellos contestaron: “Nada”.
El añadió: “Ahora, en cambio, el que
tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda
su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está
escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el
cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Él les
contestó: “¡Basta ya!”
Lleno de tristeza se
puso a orar de rodillas
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los
Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”.
Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de
rodillas, diciendo: “Padre, si quieres,
aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal,
oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que
caían hasta el Huelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus
discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren
para no caer en la tentación”.
Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?
Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba
encabezada por -Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?”
Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que
estaban con él dijeron: “Señor, ¿los
atacamos con la espada?” Y uno de ellos hirió a un criado del sumo
sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: “¡Dejen! ¡Basta!” Le tocó la oreja y lo
curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los
encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “Han venido a aprehenderme con espadas y
palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el
templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las
tinieblas”.
Pedro salió de ahí y se
soltó a llorar
Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron
entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron
fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con
ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y
dijo: “Éste también estaba con él”.
Pero él lo negó diciendo: “No lo conozco,
mujer”. Poco después lo vio otro y le dijo: “Tú también eres uno de ellos”. Pedro replicó: “¡Hombre, no lo soy!” Y como después de una hora, otro insistió:
“Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”. Pedro contestó: “¡Hombre, no sé de qué hablas!” Todavía
estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó
entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de
allí se soltó a llorar amargamente.
Adivina quién te ha
pegado
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él,
le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: “Adivina, ¿quién te ha
pegado?” Y proferían contra él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer
ante el sanedrín
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con
los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín
y le dijeron: “Si tú eres el Mesías,
dínoslo”. Él les contestó: “Si se lo
digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya
desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso”.
Dijeron todos: “Entonces, ¿tú eres el
Hijo de Dios?” Él les contestó: “Ustedes
mismos lo han dicho: sí lo soy”. Entonces ellos dijeron: “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. El consejo de los ancianos, con
los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante
Pilato.
No encuentro ninguna
culpa en este hombre
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos
comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se
pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”.
Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Él le contestó: “Tú lo has dicho”. Pilato dijo a los
sumos sacerdotes y a la turba: “No
encuentro ninguna culpa en este hombre”. Ellos insistían con más fuerza,
diciendo: “Solivianta al pueblo enseñando
por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”. Al oír esto, Pilato preguntó si
era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo
remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su
escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento,
porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él
y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no
le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas,
acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio
y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió
a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes
eran enemigos.
Pilato les entregó a
Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las
autoridades y al pueblo, y les dijo: “Me
han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he
interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas
de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que
ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento
y lo soltaré”.
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles
libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: “¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!” A éste lo habían metido en
la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la
intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” El les dijo
por tercera vez: “¿Pues qué ha hecho de
malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo
que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”. Pero ellos insistían, pidiendo a
gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que
se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado
por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no
lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un
cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, f
detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que
se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se f volvió hacia las mujeres y
les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren
por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se
dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre
nosotros’, y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde,
¿qué pasará con el seco?”
Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para
ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo
crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su
izquierda. Jesús decía desde la cruz: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Los soldados se repartieron sus
ropas, echando suertes.
Este es el rey de los
judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían
muecas, diciendo: “A otros ha salvado;
que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. También
los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le
decían: “Si tú eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego,
latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los judíos”.
Hoy estarás conmigo en
el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a
Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías,
sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el
mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero
éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le
respondió: ‘Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el paraíso”.
Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas
invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El
velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo:
“¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan
todos y se hace una breve pausa
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria
a Dios, diciendo: “Verdaderamente este
hombre era justo”. Toda la muchedumbre que había acudido a este
espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de
pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las
mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo
aquello.
José colocó el cuerpo
de Jesús en un sepulcro
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín,
hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los
judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que
aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de
Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro
excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la
Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús
desde la Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el
cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, v el sábado
guardaron reposo, conforme al mandamiento. Palabra
del Señor.
“Jesús
le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”
Lectura del
santo Evangelio según san Juan
8, 1-11:
+
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los
Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le
acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
"Vete y ya no vuelvas a pecar"
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una
mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la
ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?”
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder
acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que
no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió
escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron
a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que cejaron
solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer,
¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó:
“Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a
pecar”. Palabra del Señor.
“este
hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos
encontrado”
Lectura del
santo Evangelio según san Lucas
15, 1-3, 11-32:
+
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos
y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban
entre sí: “Éste recibe a los pecadores y
come con ellos”.
"este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida"
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre
tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte la herencia que me toca’. Y él les repartió
los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo
lo suyo, fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de manera
disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en ella región una gran hambre
y él empezó a pasar necesidad Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de
aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de
hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las
comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre
tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré,
volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya
no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su
padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente.
Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El
muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y
vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el
becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’.
Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando
se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los
criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por
haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero
él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te
sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un
cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que
despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo,
tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta
y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y lo hemos encontrado’”. Palabra del Señor.
Comentario al
Evangelio por el Pbro. José de Jesús Palacios Torres:
“‘Señor, déjala todavía este año;
voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si
no, el año que viene la cortaré’”
Lectura del
santo Evangelio según san Lucas
13, 1-9:
+En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús
y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban
ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos,
porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos?
Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten perecerán de manera semejante.
Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan
acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?
Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera
semejante”.
"Señor, déjala todavía este año"
Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su
viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador:
‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no
los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador
le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor
y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’.
Palabra del Señor.