jueves, 29 de marzo de 2012

Domingo de ramos, ciclo B

“Realmente este hombre era Hijo de Dios”

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14, 1–15, 47:

C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. –No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. –¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
J. –Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. –¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C. –El envió a dos discípulos diciéndoles:
J. –Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?» Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
J. –Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. –Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. –¿Seré yo?
C. Respondió:
J. –Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
J. –Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
J. –Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
J. –Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.» Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. –Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
J. –Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos:
J. –Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
J. –Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
J. –¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mi ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
J. –Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
J. –Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. –Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. –¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
J. –¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. –Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. –¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. –¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
J. –Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. –¿Qué falta hacen más testigos ? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. –Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. –También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. –Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. –Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. –Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. –No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. –¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
J. –Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. –¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. –¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabia que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. –¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos ?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. –Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. –Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. –Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. –¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. –¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S. –A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
J. –Eloí Eloí, lamá sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. –Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. –Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(aquí todos nos arrodillamos y hacemos una pausa)
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. –Realmente este hombre era Hijo de Dios.
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.

Comentario al Evangelio del domingo de ramos ciclo B, por el P. Luis de Moya:


lunes, 26 de marzo de 2012

Peregrinos en Tierra Santa


La Topografía de la Pasión

Luis Sánchez A.


Mapa de Jerusalén en tiempos de Jesús
Durante la Semana Santa, o Semana Mayor, uno de los temas que sin duda lo llevan a meditar en el Misterio Pascual, es el conocimiento de la ubicación y descripción de los lugares que recorrió Jesús al final de su vida durante su Pasión, Muerte y Resurrección.

Actualmente para identificar los santos lugares que se mencionan en el relato de los cuatro evangelios, se toman en cuenta los informes que nos proporciona Flavio Josefo, los datos de la tradición cristiana, así como su confrontación con los resultados de las excavaciones y sondeos arqueológicos que se han realizado en los lugares respectivos.

Aquí exponemos un sumario breve de estos lugares.


El Cenáculo

La tradición conserva el recuerdo del Cenáculo en el actual monte Sión. La sala con bóvedas ojivales del siglo XIV, situada encima de la sinagoga en donde se venera la falsa tumba de David, surge a su vez sobre los restos de una iglesia sinagoga del siglo III, que debe identificarse con la «pequeña iglesia de Santiago», de la que habla san Epifanio Aquí se han encontrado algunos graffiti en los que se invoca a Jesús, «Señor de David».

Lugar del Cenáculo


El Huerto de Getsemaní

La roca de la agonia en Getsemaní (lugar donde oró)
Desde el cenáculo Jesús desciende hacia el torrente Cedrón para refugiarse en la finca-huerto llamada de Getsemaní, «molino de aceite». Varios sondeos efectuados en dicho lugar han puesto de manifiesto la cueva transformada en capilla en el siglo IV. Un «molino de aceite» excavado en la roca y restos de una cisterna. La actual basílica de la agonía se levanta sobre una anterior del siglo VI, que incluía la roca venerada ya desde el siglo IV.

La casa de Anás y El Palacio de Caifás

Después de su arresto, Jesús fue conducido en primer lugar a la residencia de Anás (Jn) y luego al palacio del sumo sacerdote Caifás. La localización de este palacio tiene que buscarse en la parte alta de la ciudad vieja, en el cementerio del patriarcado armeno, entre la iglesia de la Dormición y la puerta de Sión.


El Pretorio

El «pretorio» es la residencia oficial del gobernador, que funciona también como tribunal mediante la instalación del bêmà, la tarima semicircular en cuyo centro se coloca la silla curul. El evangelio de Juan dice que el lugar en que se colocó este tribunal era llamado lithostrotos, «enlosado», en hebreo gabbathá, «lugar elevado» (Jn. 19, 13).

Recosnstrucción del Pretorio al noroeste de Templo

La determinación del «pretorio» de Pilato depende de su residencia en Jerusalén con ocasión de las fiestas. Según los testimonios de Flavio Josefo y de Filón, el gobernador romano residía en el palacio-fortaleza que había hecho construir Herodes el Grande en la colina occidental de la ciudad, en una posición estratégica.


La tradición coloca la residencia de Pilato en Jerusalén en la fortaleza Antonia, en el lado nor-oeste del templo. A partir del siglo XIII los peregrinos, partiendo de la torre Antonia, siguen el recorrido de la actual vía dolorosa hasta el Santo Sepulcro.


La Basílica del Santo Sepulcro

La localización del calvario y del sepulcro de Jesús tiene en cuenta los datos evangélicos y las tradiciones.
 
El Calvario

Según los evangelios Jesús fue conducido «fuera» para ser crucificado en un lugar llamado en hebreo Gólgotha, traducido como «lugar de la calavera». La carta a los Hebreos recoge el eco de esta tradición: «Jesús padeció fuera de la puerta de la ciudad» (Heb. 13, 12).

 
Altar del Calvario: lugar donde fue crucificado

A unos 70 metros del calvario, en el convento ruso, se ha encontrado un ángulo de la torre herodiana del muro de circunvalación y el dintel de una puerta, que debe identificarse con la llamada de «Efraín». El emperador Adriano en el siglo II, para borrar la memoria del sepulcro de Jesús que veneraban los judeo-cristianos, hizo levantar un terraplén y encima ordenó la edificación de templos dedicados a las divinidades capitolinas. En el siglo IV (327-328) el arquitecto Zenobio, por orden del emperador Constantino, emprendió la construcción de la Anastasis, una especie de mausoleo sobre la tumba de Jesús, y una basílica de cinco naves llamada Martyrion, precedida por un atrio.
 
Los sondeos hechos recientemente para verificar la estabilidad de los edificios del Santo Sepulcro han puesto de manifiesto la configuración original del calvario y del lugar en que fue sepultado Jesús. El calvario se levantaba sobre un bloque de piedra aislado en la cima de la colina del Gareb, en una antigua cantera fuera de la ciudad de Jerusalén. La cantera se había cubierto de nuevo dejando sobresalir en ella un macizo de piedra desnuda y pelada como un «cráneo», de una altura de casi 4 metros. En las cercanías del calvario se encontraron tumbas del siglo I, excavadas en la roca. Es una nueva confirmación de que aquel lugar se encontraba fuera de los muros de la ciudad.
 
El Santo Sepulcro

La tumba de Jesús se había excavado en la pared de una roca de la antigua cantera, a occidente respecto al Gólgota. En dicho terreno había un «huerto» que, junto con la tumba, formaba parte de las propiedades de José de Arimatea. De las indicaciones de los evangelios se deduce que el sepulcro puesto a disposición por José estaba constituido por dos salas intercomunicantes por medio de una puerta pequeña y baja; en la segunda, sobre un banco de piedra bajo arcosolio, fue puesto el cadáver; en la colina se abría un pasadizo que daba acceso al sepulcro, cerrado con una losa grande que se podía correr gracias a una ranura expresamente hecha en la roca.

Santo sepulcro: lugar donde reposo el cuerpo de Jesús

Conclusiónes:

El recuerdo concreto de los lugares en los que Jesús vivió su drama final la reconstrucción cronológica de esos acontecimientos no solamente interesan a la piedad y a la devoción de los peregrinos que desde los primeros siglos fueron a visitar los santuarios de Jerusalén. La vida de Jesús, que culminó en su muerte en la cruz, está inmersa en la historia humana, es decir, en un tiempo y en un lugar concretos. La reconstrucción fiel y segura —en la medida de lo posible— de estas coordenadas históricas tiene también su importancia para captar el significado de una experiencia religiosa que se califica como manifestación de Dios dentro de la historia humana.

 

jueves, 22 de marzo de 2012

Evangelio del quinto domingo de cuaresma, ciclo B

"Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre"

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33:

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándosela Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
– «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
– «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, que a infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este, mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo:
–«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
–«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba morir.

Comentario al Evangelio del P. Luis de Moya:

viernes, 16 de marzo de 2012

Evangelio del cuarto domingo de cuaresma, ciclo B

 "Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él"

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21:

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: –«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»


Comentario de don Luis de Moya al Evangelio