"El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el
Reino de Dios"
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 9, 51-62:
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Cuando
ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la
firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por
delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento;
pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a
Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron:
"Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con
ellos?" Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió.
"deja que los muertos entierren a sus muertos"
Después
se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús:
"Te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: "Las
zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no
tiene en dónde reclinar la cabeza".
A
otro, Jesús le dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor,
déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que
los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios".
Otro
le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi
familia". Jesús le contestó: "El que empuña el arado y mira hacia
atrás, no sirve para el Reino de Dios". Palabra de Dios.
Comentario al Evangelio por Mons. Oscar J.
Vian Morales:
Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo?" Respondió Pedro: "El Mesías de Dios"
Lectura del santo evangelio según san
Lucas 9, 18-24:
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Un
día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario
para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos
contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y
otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
Él
les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Respondió Pedro:
"El Mesías de Dios". Él les ordenó severamente que no lo dijeran a
nadie.
"Y ustedes quién dicen que soy, respondió Pedro el Mesías de Dios"
Después
les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea
entregado a la muerte y que resucite al tercer día".
Luego,
dirigiéndose a la multitud, les dijo: "Si alguno quiere acompañarme, que
no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que
quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por
mi causa, ése la encontrará". Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio por el Pbro. Antonio González M.:
“al que poco se le perdona, poco ama"…"Tus pecados te han
quedado perdonados"
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 7, 36-8, 3:
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En
aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del
fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando
supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco
de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y
con sus lágrimas bañaba sus pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los
ungió con el perfume.
Viendo
esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: "Si este hombre
fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que
es una pecadora".
"tus pecados te han quedado perdonados"
Entonces
Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo contestó:
"Dímelo, Maestro". Él le dijo: "Dos hombres le debían dinero a
un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no
tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará
más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel a quien le perdonó
más".
Entonces
Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Luego, señalando a la mujer, dijo
a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua
para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha
enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio,
desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi
cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te
digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado
mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama". Luego le dijo a la
mujer: "Tus pecados te han quedado perdonados".
Los
invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: "¿Quién es éste, que hasta
los pecados perdona?" Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado;
vete en paz".
Después
de esto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva
del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido
libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas
iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los
ayudaban con sus propios bienes. Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio por el P. Santiago
Martín, FM:
“Jesús dijo: "Joven, yo te lo mando: levántate".
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo
entregó a su madre”
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17:
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En
aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus
discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se
encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la
que acompañaba una gran muchedumbre.
"Entonces Jesús dijo: joven, yo te lo manado: levántate"
Cuando
el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: "No llores". Acercándose al ataúd, lo tocó, y los que lo
llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: "Joven, yo te lo mando: levántate". Inmediatamente el que
había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al
ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios,
diciendo: "Un gran profeta ha
surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo".
La
noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones
circunvecinas. Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio por Diac. Wilberth
A. Ramón S.: